domingo, junio 03, 2007

¿Qué otras cosas nos estaremos perdiendo?

Muchos de los errores de pronóstico que hacemos los economistas sobre temas en que existe cierto consenso se basan en que no solemos prestar la misma importancia a los especialistas que concuerdan con nuestra visión en determinado tema con aquellos que no lo hacen. Entonces, dejamos pasar buenos análisis tan solo porque dicen algo distinto al consenso. Y muchas veces, esas primeras voces de disonancia que todavía no son de fuerza como para ser escuchadas pasan un tiempo en las sombras hasta que los hechos terminan por darles la razón.

Y en parte esto sucede en todos los aspectos de la vida. Dejamos de prestar atención a cosas interesantes, distintas, nuevas, inesperadas y sorpresivas, tan solo porque no están dentro de lo que consideramos "nuestro mundo" ya programado al salir de nuestras casas.

Si aparece un señor en un subte quien desenfunda un violín para tocar alguna melodía, quizás pensemos que es un músico mediocre más, que no llegó a ningún lado mejor tan sólo porque no es lo suficientemente bueno. Lo más probable es que sigamos enfrascados con nuestros ipod o leyendo el libro que teníamos entre manos sin prestarle mayor atención.

Y así nos perdemos verdaderos placeres cotidianos, impredecibles al momento de programar nuestro día, pero que muchas veces dan verdadero sentido a la vida o al menos a ese instante en particular.

Joshua Bell, uno de los más destacados violinistas del mundo, se subió a un subte en Washington con su violín Stradivarius de 1710 –valuado en más de tres millones de dólares– e intento deleitar a los casuales pasajeros con la Chacona de la Partita Nº 2 de Bach. Sin embargo no logró mayor atención que la de cualquier otro músico callejero. Sólo algunos chicos le prestaron algo de atención. Consiguió de las 1097 personas que pasaron enfrente de él 32 dólares en 45 minutos (me parece bastante dinero si lo comparamos con lo que podría recaudar en Argentina pero evidentemente no es nada para alguien de su nivel). El punto es que no recibió la más mínima atención.

Este experimento que realizó el diario The Washington Post es un límite de máxima. Pero, ¿Qué más nos estaremos perdiendo?

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