Hoy se cumple el primer aniversario de aquella jornada histórica en la cual Cobos desempató en el Senado a favor del campo y en contra del gobierno.
En aquél entonces se produjo un cambio de peso y uno menor: se fue Alberto Fernández y Javier de Urquiza. Alberto entendió que la sociedad se había expresado y se pedían cambios. Estaba en lo correcto. El otro se fue sin pena ni gloria, nunca pudo hacer nada por un mix de incapacidad propia con algo de obediencia debida mal entendida.
Hoy se mantienen algunos que deberían irse: Moreno, la ONCCA/543; Etchegaray-Eiras y De Vido. En el MECON siguen asumiendo títeres.
También vimos el nacimiento del peronismo disidente y la ruptura de la concertación plural. La mesa de enlace sigue intacta y los piqueteros pasaron de fuerza de choque a no-se-qué.
Cristina en aquél entonces estaba desdibujada, ¿Se acuerdan que casi no se la veía? Hoy cobró algo de protagonismo, pero es mínimo y en cuestiones menores. Néstor sigue manejando el poder.
El peronismo recibió una de sus mayores palizas en una elección y perdió de punta a punta en un país muy heterogéneo en términos de sus realidades económicas y sociales. El mensaje es claro: menos poder K y más institucionalidad, se requieren cambios. Se repite el pedido de la sociedad.
Pero luego de tanta reivindicación, de tanto trabajo, la política agraria sigue siendo un desastre. Caídas récords de producción, muchos productores acumulando dos o tres campañas de quebranto, el canal financiero muy cerrado, desinversión en varios eslabones de la cadena y cero ingreso de nuevas tecnologías (alejamiento de la frontera de producción y tecnológica).
No es casual, a dos campañas del récord y con una vigorosa tendencia al crecimiento, la cosecha resultará menor en un 17%. Menos granos, menos semillas vendidas, menos fertilizantes y fitosanitarios, menos uso de maquinaria agrícola, menos asesoramiento profesional, menos transporte, menos corretaje, menos acopio, menos generación de divisas, menos intermediación financiera, menos cosecheros, menos empleo para monitoreo de lotes y también menos para control de cosecha, menor gasto en gral, menor inversión, menor ahorro, menor base gravable ergo menor recaudación, y una larga lista de etc. En esta perdemos todos. No zafa nadie.
En realidad es hasta peor. Tenemos mucha soja respecto del total de granos, no tanto por virtud de la soja como por haber destruido por completo la rentabilidad de los otros. Y eso implica un pésimo uso de la capacidad instalada concentrado todo en 3 meses para luego detenerse el uso de todo el parque de maquinaria e infraestructura, entre otros, a lo largo del resto del año. Un lujo que no deberíamos permitirnos para lograr maximizar nuestra competitividad y generación de valor en la economía.
El mundo sigue dando la señal de que el sector agropecuario tiene un futuro promisorio. De hecho lo están aprovechando los países desarrollados con más y mejores cosechas. No se puede decir lo mismo de los países en desarrollo. Estos últimos eligieron disociar los precios internos de los internacionales. Con la señal de precios cortada la producción cayó o apenas se mantuvo; desperdiciamos la oportunidad de vender más a mejor precio.
Quizás el cambio de fuerzas surgidas a través del voto sea aprovechado y podamos retomar el sendero. No todo está perdido.
Etiquetas: economía argentina, sector agroindustrial