Desconocer que Raúl Prebisch fue uno de los economistas argentinos más reconocidos, sino el mayor, sería necio de mi parte. Y sin duda alguna me animo a decir que fue el más influyente de todos. Sin embargo, no creo integre el dream team de muchos de los economistas locales, por ejemplo de quien escribe este blog. No obstante ello, tiene sus admiradores que son muchos e importantes como por ejemplo Aldo Ferrer, Julio Olivera y Larry, entre otros. Sí, Larry dije.
Larry defiende las ideas de Prebisch de manera tan antigua como acrítica. En su último post, se enfoca en la llamada
enfermedad holandesa y su supuesta aplicación al caso argentino. En este post no voy a explicar porqué creo que Argentina no tiene dicha “enfermedad” que en parte
ya expliqué aca, sino que aprovechando su post me voy a enfocar en otro argumento típicamente cepalino: la existencia de una tendencia secular al deterioro de los términos del intercambio de los productos básicos frente a las manufacturas.
Esta teoría acerca del comportamiento de los precios de los distintos bienes tuvo su marcado correlato en las políticas públicas y por ello creo que fue una de las teorías que mayor mal le hicieron a nuestro país. Desde la CEPAL se dio sustento teórico a la protección industrial argentina, sustrayendo recursos al sector agropecuario, demorando o imposibilitando en ciertos casos su desarrollo y crecimiento. Para ello se sobreprotegió al sector industrial, se cerró la economía, los aranceles de importación fueron muy elevados y no fueron extrañas las trabas directas a la importación, y, por supuesto, todo esto enmarcado con derechos de exportación (retenciones) muy altos. Pero a pesar de todo esto (y mucho más), nuestras infantes industrias no lograron madurar. ¡Quizás en aquella época no se hablaba de adolescencia tardía ni mucho menos!
Los gravámenes directos e indirectos de la agricultura, y el subsiguiente deterioro del crecimiento del sector, tuvieron también efectos negativos sobre los demás sectores de la economía así como también sobre la macroeconomía en general. Con tales políticas, los productores no tenían incentivos para incrementar su producción exportable, lo cual, unido a los muchas veces precios bajos a nivel mundial, significó el colapso de las ganancias de exportación reduciendo la capacidad de importación en apoyo de las estrategias de industrialización. ¿Los ciclos de stop & go les suenan?
Todo ello suponía, además, que era el sector manufacturero el que podría sacar a nuestro país de la pobreza y generar empleo. Pavada de premisa, ¿no?
El desarrollo agrícola presupone la integración de la agricultura en la macroeconomía, integrándose de manera creciente y fundamental con los restantes sectores y por eso ya no se habla de “países industriales” como tampoco se habla de “campo”, sino que se utilizan los términos que mejor explican la realidad actual: “países desarrollados” y “agroindustria”. Hay que hablar de industrializar el agro, por supuesto, así como hay que industrializar el arte, la cultura, el cine, el turismo, y tantos otros sectores. Para citar sólo un ejemplo, la biotecnología es tan avanzada tecnológicamente como los chips y los semiconductores, nadie lo pone en duda.
Además, muchas veces se olvida el verdadero significado de la palabra industria que según la Real Academia Española es el
conjunto de operaciones materiales ejecutadas para la obtención, transformación o transporte de uno o varios productos naturales.
Con dicha definición podemos afirmar que el campo es “más industria” que muchas “industrias” que para muchos son LA industria (perdonen el juego de palabras).
Prebisch fue demasiado pesimista en sus estudios. Los historiadores económicos dieron cuenta de un continuo incremento de los precios relativos de los productos básicos en todo el siglo XIX. Para tomar datos más recientes, el Banco Mundial cita a Jeff Williamson, historiador de Harvard, quien sostuvo que Prebisch probablemente se equivocó al señalar que habían disminuido a principios del siglo XX (la acelerada disminución de los costos de transporte hizo que los precios de los productos básicos de América Latina y el Caribe parecieran relativamente más bajos en Londres, donde Prebisch los midió, pero lo contrario habría ocurrido en el puerto de Buenos Aires).
Otro estudio del Banco Mundial concluye que desde el comienzo del siglo hasta 1973 los precios relativos de los productos básicos no revelaron tendencia alguna.
Para cerrar este extenso post, para el cual dejé mucha info afuera, voy a citar un documento de la misma CEPAL. Este organismo, en abril de 2003, y bajo la firma del por entonces secretario ejecutivo, José Antonio Ocampo, y de su asesora, María Ángela Parra, se preguntó qué había pasado con los términos del intercambio de los productos básicos en el siglo XX.
La respuesta no se hizo esperar:
“Según los resultados econométricos obtenidos en este trabajo, no hay evidencia de que exista una tendencia secular o continua al deterioro de los términos de intercambio.”
A confesión de parte, relevo de pruebas.
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